Description
El calor de esa apretada noche de mayo había desvelado a la señora de Bastidas. Algunas contrariedades de su intensa vida social generaban ese enojoso malestar con más perturbaciones de lo que la elegancia aconsejaba. Por estar atravesando una etapa particularmente prolífica de su insomnio, había adquirido, desde hace algunas semanas, el inusual hábito de sentarse frente a la ventana para ver su pedacito de mundo mantener un orden secreto. Gustaba de contemplar la escena palpitante y misteriosa que deparaba la calle. El perro vagabundo, el viento atropellando bolsas, el vehículo sonámbulo, adquirían a esa hora dimensiones extraordinarias.
El corazón le dio un tirón en el pecho ante un suceso que, por lejano a su cotidianidad, le resultó casi inverosímil. Con el sibilino sigilo de los gatos, una misteriosa sombra acababa de atravesar la verja de la casa. Su reacción natural fue -por supuesto- despertar a su esposo; pero no lograba articular palabra. Presionó con fuerza su boca