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Se dice a menudo que las lenguas están para entenderse, al igual que se ha vuelto un cliché afirmar que la diversidad lingüística es un bien que nos enriquece a todos. Sin embargo, las lenguas suscitan enconadas querellas y son fuente de enfrentamientos políticos cuando se convierten en potentes marcadores identitarios, como vemos en el caso de los movimientos nacionalistas. Existe además una preocupación creciente por su desaparición en todo el mundo, lo que se denomina la muerte de las lenguas, sobre la que vienen alertando activistas y expertos y de la que se hacen eco instituciones internacionales como la Unesco o el Consejo de Europa. Hay, en definitiva, demasiadas cosas que se dan por supuestas en las discusiones sobre las lenguas y la diversidad lingüística que están plagadas de metáforas, falacias, clichés y excesos retóricos. En este lúcido ensayo, Manuel Toscano plantea la necesidad de desbrozar el terreno para una reflexión ecuánime sobre el uso de los idiomas como medio de