Description
Ni siquiera tiene nombre. Y es que nadie habla con ella, como no sea para pedir libros en préstamo. Su consuelo: las buenas lecturas (siempre de autores muertos) y estar rodeada de seres incluso más tristes que ella. Se pasa los días ordenando, clasificando, poniendo signaturas. No pensaba ser bibliotecaria, pero abandonó las oposiciones por un hombre. Ahora el amor le parece una pérdida de tiempo, un trastorno infantil. Claro que el deseo es muy traicionero, y ella guarda unos pendientes en el cajón. Preferiría la sección de historia a la de geografía, allí en el sótano de una biblioteca de provincias, donde lleva la mitad de la vida, donde ya empieza a ser vieja, pero el anonimato al menos le concede pequeñas venganzas. De las que quizás solo ella se percata. Porque, además, en el orden de la biblioteca se cifran las jerarquías de la vida: la de los ricos y los pobres, los privilegiados y los subalternos, los que tienen un amor y los que no. Pero cuando no hay nadie, cuando la biblio