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El siglo XIX presenció un cambio esencial, auspiciado por Parlamento y Estado, que conformó un nuevo tipo de sociedad, la sociedad de mercado, la cual ni antropológica ni históricamente había existido hasta entonces. Esta gran transformación, en palabras de Karl Polanyi, se operó a través de una violencia inusitada para configurar la naturaleza del nuevo proceder humano, haciendo del hombre un sujeto posesivo, y acabó inscribiéndose en la modalidad de las relaciones humanas.
En 1989, la caída del Muro de Berlín vino a cerrar la vital y radical discusión en torno al tipo de civilización que las democracias occidentales estaban dispuestas a asumir. No se trataba, pues, de una lucha entre partidos o entre liberalismo y socialismo. La cuestión central se situaba en el debate conjunto de la propiedad y el mercado. El punto ciego de algunos liberales neoclásicos, de enormes consecuencias económicas y políticas, es su afirmación de que la caída del Muro ha supuesto el triunfo absoluto de la