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Ser bella, de buen linaje, de buenas costumbres y buena salud, eran las cualidades esenciales de una reina medieval, tal como apuntaban "Las Partidas" del rey Alfonso X, el Sabio (1252-1284). Esas condiciones no siempre se cumplían, pues, aparte del buen linaje, las otras cualidades eran difíciles de conocer a la temprana edad a la que las princesas se convertían en esposas de reyes. El papel de la reina se reducía a ser madre de los hijos del rey y asegurarle un heredero legítimo.
Algunas de ellas no se limitaron a eso: Urraca de León y Castilla fue una reina poderosa, que accedió al trono al morir su padre sin heredero varón, a pesar de haber tenido siete mujeres. María de Molina fue regente de esos reinos al morir su marido y tener un hijo menor de edad, y pasados unos años al morir este hijo y dejarle un nieto muy pequeño. Juana Enríquez defendió los intereses de su hijo Fernando el Católico, y por ello ejerció el poder como lugarteniente general de los reino