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La ideología liberal ha venido sosteniéndose sobre unos cuantos mitos y falsedades
que necesitamos desenmascarar y arrumbar definitivamente. Aceptar como algo normal, por ejemplo, que la propiedad privada ha de imponerse a la propiedad pública en nombre de la sagrada libertad o que una minoría de individuos puede decidir si una mayoría trabaja o no, si puede alimentarse o no, si tiene acceso a bienes absolutamente básicos o no. equivale, en cuanto a irracionalidad, a creer en la brujería o en la posesión diabólica. Algún día veremos los bancos o los consejos de administración de una empresa como artefactos inútiles exactamente igual que un hacha de sílex, una pirámide o una ballesta medieval.
Uno de los mitos más repetidos a lo largo de la historia del pensamiento económico liberal consiste en afirmar que el caos derivado de una búsqueda individualista de intereses particulares y contrapuestos acabará generando una espléndida armonía final. Este mito infantil, que se aferra a una